La suma de nieve y sol es sinónimo de quemaduras.
Este tipo de lesiones en la piel la solemos asociar al calor y la playa.
Sin embargo, las quemaduras solares se producen por los rayos ultravioleta, y estos rayos están presentes tanto en verano como en invierno.
Constituyen un 95 por ciento de la radiación que llega a la superficie del planeta. Si nuestra piel está expuesta, los rayos penetran en nuestro organismo.
Hay dos tipos, los UVA y los UVB.
Estos últimos son los que provocan la mayoría de las quemaduras, cuando la exposición es intensa, y a largo plazo producen envejecimiento prematuro de la piel, dañan el ADN de las células y contribuyen al desarrollo del cáncer de piel.
Además, las quemaduras que se producen en la nieve suelen ser más graves que las que se producen en la playa, porque en alta montaña la protección de la atmosfera es menor; por cada mil metros de altura el efecto dañino de la radiación solar aumenta un 15 por ciento.
Y, por añadidura, la nieve potencia el efecto de los rayos solares, pues cuando inciden sobre la superficie blanca, cerca de un 80 por ciento se refleja y vuelve a radiar sobre nuestra piel.
Además de protector de piel, es fundamental usar gafas de sol con un filtro adecuado, pues los rayos ultravioleta pueden producir quemaduras en la córnea, la retina y el cristalino.
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