Pedro González recurre al hombre a quien había robado para comprar las medicinas de su hijo, Antonio. El le ofece trabajo y pronto Pedro se encuentra en una mejor posición económica, pero este cambio trae consigo excesos, vanalidades y perdición ya que a pesar de tener dinero, guarda en su corazón resentimiento con la figura de Dios por la muerte de su hijo y vergüenza que le recuerda su cojera. Su esposa Marga siempre está a su lado intentando ayudarlo y comprenderlo, a pesar de ello Pedro la engaña. Después de momentos de confusión y perdón Pedro y Marga viven una segunda luna de miel esperando a un próximo hijo pero llega una noticia inesperada; su amigo y benefactor, Antonio es apresado por líos de ventas ilegales de droga, líos de los que Pedro era autor bajo amenaza de unos maleantes. Su esposa al enterarse de la verdad le pide que se entregue a las autoridades, Pedro escapa pidiéndole perdón. La culpa lo persigue hasta que descubre la verdad del crimen que había cometido en el pasado. Pedro regresa con su esposa y decide entregarse, ya en el final, su amigo Antonio saliendo del reclusorio lo observa, con una mirada de decepción, Pedro hace lo suyo con mirada de vergüenza, cuando están a un centímetro de cercanía ambos sonríen y se abrazan, Pedro le pide perdó y que cuide a su hijo y se despide de su esposa. Antonio le jura a Marga que se hará justicia y Pedro queda internado caminando bajo el horizonte gris.